El callejero
versátil
El ex presidente Zapatero no afronta el veredicto de
la historia con buenas perspectivas porque sus aciertos en la protección de las
minorías, los débiles y los injustamente tratados por unos hábitos sociales que
parecían inamovibles, serán silenciados por su irresponsable actitud ante la
crisis económica y una preocupante forma naïve
de interpretar sistemáticamente la realidad. El sentido moral de los españoles
siempre ha sido más proclive a perdonar al sinvergüenza que al ingenuo. Hasta
aquí cosa sabida.
Pocos dudan ya que la aplicación de la Ley de la
Memoria Histórica se desvió de su irreprochable justificación de principios
porque, al promulgarse lo suficientemente tarde como para que la hubieran
desarrollado los que tenían un sentido muy prudente de la Transición, cayó en
manos de la generación del relevo que, como todo el mundo sabe, justifica su
existencia en cargarse todo lo que realizó la anterior, no importa la
magnitud-o fragilidad- de sus logros. Los destrozos del relevo no tienen por
qué ser dramáticos si realmente se trata de adaptar nuestras normas de
convivencia a los cambios de la sociedad sobre el flujo constante de una
historia común que circula como una corriente subterránea. El problema surge
cuando en el relevo generacional no hay reglas de juego porque ese flujo
subterráneo ya no existe. Nuestros padres y nosotros podíamos discrepar violentamente
de política, pero nos encontrábamos en Baroja, Galdós, Suspiros de España y los
héroes de Trafalgar. Hoy lo que hay entre generaciones no es un solape sino un
abismo. Del solape salían acuerdos; del abismo en el que se ha roto la
continuidad histórica sólo está el vacío, a menos que construyamos unos
puentes de los que nadie sabe dónde colocar
sus estribos.
La falta de conocimiento de nuestra historia, el
desprecio al latín, a las humanidades y
a la non-nata Ley de Educación para la Ciudadanía es una verdadera tragedia
social que va a marcar para siempre a dos o tres generaciones de españoles. Quizás
exageremos pero al menos convendrán
conmigo en que este estragado panorama socioeducativo era el terreno abonado- o
minado- para la aplicación sesgada de la Ley de la Memoria Histórica. Expertos
nacionales y extranjeros, invocando los ejemplos de Alemania, Italia, Chile y otros algo menos notorios, consideraban que la
superación definitiva de la Guerra Civil necesitaba el inevitable conjuro de
exhumar a los vilmente asesinados en la larga y cruel posguerra. Pero, ay, ni
estos expertos leyeron a Marañón- para quien una guerra civil duraba cien años-
ni contaban con la presente generación de españoles sometidos al holocausto
educativo. De ahí que de hacer justicia a nuestros caídos silenciados en las
cunetas se haya pasado a un juicio sumarísimo a la historia de España ganando
guerras a troche y moche en los callejeros de nuestras ciudades, cazando
fascistas de oído, retirando placas y honores, no sólo a personas de nombradía,
sino a cualquiera que hubiera cometido el error de haber nacido antes de 1975.
España es un volcán adormecido que de vez en cuando
eyecta una incandescente lava de ignorancia. Pero las más de las veces, y a
pesar de su inestabilidad política, los personajes públicos habrán podido ser de
derechas o de izquierdas, provechosos o inútiles… pero SON la historia, parte
de ella estampada silenciosamente en el
callejero de las ciudades. Claro que a nadie se le ocurriría dedicarle una
calle a Hitler, ni a Vlad el sanguinario inspirador de Drácula, ni al fantoche
de Queipo de Llano…. por más que Madrid tenga un precioso monumento nada menos
que al Ángel Caído, o sea el diablo. Pero la
caza de fachas que iniciaron concejales de ayuntamientos que no distinguen al
Cid Campeador de Conan el Bárbaro llevó nada menos que a proponer retirar su placa a los franquistas Machado,
Goya o Calderón. Mercedes Fórmica todavía está esperando la reposición de su
busto en Cádiz. Hoy día, pues, es muy difícil dedicar una calle a un personaje histórico
porque siempre tendrá unas aristas personales que ofenden a un bando. Y así,
repasando el otro día la obra de la gran escultora ceutí Elena Laverón, pude
ver que sus obras urbanas llevaban una inmaculada titulación que las ponía a
salvo de inquisidores: “Monumento al Donante”, “plaza de la Solidaridad”, “Monumento al Voluntariado”… Hace unos días, a
instancias de un concejal de izquierdas, la plazuela
malagueña que en un momento de
éxtasis local dedicaron al Jeque catarí propietario del
Club de Fútbol, ahora, vistos los malos resultados del equipo, se va a llamar “Glorieta de la Afición
Malaguista”. La lápida podría rememorar la vibrante oda de Bernardo López
García al Dos de Mayo: “Oigo, patria tu afición”, aunque para no resultar
ofensivo, mejor será cambiar patria por grada.
Salvador
Moreno Peralta
Que grato es saber que otros ven y les preocupa que el mundo muere poco a poco ante la falta de conocimiento y el respeto por lo propio. Como ud pormenoriza...
ResponderEliminar"lo que hay entre generaciones no es un solape sino un abismo. Del solape salían acuerdos; del abismo en el que se ha roto la continuidad histórica sólo está el vacío, a menos que construyamos unos puentes de los que nadie sabe dónde colocar sus estribos"
No solo describe a la sociedad Española, sino a una generación mundial que duerme y no respeta y valora la historia construida. Espero que cada dia esto cambie y que mi generación de consideración a nuestro pasado que es la sabiduría y el éxito del futuro.
Saludos de esta Chilena que ama leer blogs sobre historia e historias...Bendiciones.
Atte
Paulina Reyes.
Gracias, Paulina, por tus comentarios. Me temo que, efectivamente, estemos en una situación muy parecida en todo el mundo hasta el punto de que lo que está ocurriendo es sentido como una verdadera mutación. Y lo peor de no compartir ni un trocito de historia entre una generación y otra; lo peor de NO SABER nada sobre la historia es que te deja el terreno libre para que vengan otros y TE INVENTEN otra nueva. Puro maoísmo: reescribir la historia a conveniencia. Lo que no podía imaginar Orwell en su distopía 1984 es la seducción que iba a ejercer esta temible reinvención de la historia.
ResponderEliminarSaludos cordiales, Paulina. En pocas semanas tendré ocasión de disfrutar de la gran ciudad de Santiago.