10 feb 2018

EL CALLEJERO VERSÁTIL

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 El callejero versátil

El ex presidente Zapatero no afronta el veredicto de la historia con buenas perspectivas porque sus aciertos en la protección de las minorías, los débiles y los injustamente tratados por unos hábitos sociales que parecían inamovibles, serán silenciados por su irresponsable actitud ante la crisis económica y una  preocupante  forma naïve de interpretar sistemáticamente la realidad. El sentido moral de los españoles siempre ha sido más proclive a perdonar al sinvergüenza que al ingenuo. Hasta aquí cosa sabida. 

Pocos dudan ya que la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica se desvió de su irreprochable justificación de principios porque, al promulgarse lo suficientemente tarde como para que la hubieran desarrollado los que tenían un sentido muy prudente de la Transición, cayó en manos de la generación del relevo que, como todo el mundo sabe, justifica su existencia en cargarse todo lo que realizó la anterior, no importa la magnitud-o fragilidad- de sus logros. Los destrozos del relevo no tienen por qué ser dramáticos si realmente se trata de adaptar nuestras normas de convivencia a los cambios de la sociedad sobre el flujo constante de una historia común que circula como una corriente subterránea. El problema surge cuando en el relevo generacional no hay reglas de juego porque ese flujo subterráneo ya no existe. Nuestros padres y nosotros podíamos discrepar violentamente de política, pero nos encontrábamos en Baroja, Galdós, Suspiros de España y los héroes de Trafalgar. Hoy lo que hay entre generaciones no es un solape sino un abismo. Del solape salían acuerdos; del abismo en el que se ha roto la continuidad histórica sólo está el vacío, a menos que construyamos unos puentes  de los que nadie sabe dónde colocar sus estribos.

La falta de conocimiento de nuestra historia, el desprecio al latín, a las humanidades y  a la non-nata Ley de Educación para la Ciudadanía es una verdadera tragedia social que va a marcar para siempre a dos o tres generaciones de españoles. Quizás exageremos pero al menos  convendrán conmigo en que este estragado panorama socioeducativo era el terreno abonado- o minado- para la aplicación sesgada de la Ley de la Memoria Histórica. Expertos nacionales y extranjeros, invocando los ejemplos de Alemania, Italia, Chile y otros algo menos notorios, consideraban que la superación definitiva de la Guerra Civil necesitaba el inevitable conjuro de exhumar a los vilmente asesinados en la larga y cruel posguerra. Pero, ay, ni estos expertos leyeron a Marañón- para quien una guerra civil duraba cien años- ni contaban con la presente generación de españoles sometidos al holocausto educativo. De ahí que de hacer justicia a nuestros caídos silenciados en las cunetas se haya pasado a un juicio sumarísimo a la historia de España ganando guerras a troche y moche en los callejeros de nuestras ciudades, cazando fascistas de oído, retirando placas y honores, no sólo a personas de nombradía, sino a cualquiera que hubiera cometido el error de haber nacido antes de 1975.

España es un volcán adormecido que de vez en cuando eyecta una incandescente lava de ignorancia. Pero las más de las veces, y a pesar de su inestabilidad política, los personajes públicos habrán podido ser de derechas o de izquierdas, provechosos o inútiles… pero SON la historia, parte de ella estampada silenciosamente  en el callejero de las ciudades. Claro que a nadie se le ocurriría dedicarle una calle a Hitler, ni a Vlad el sanguinario inspirador de Drácula, ni al fantoche de Queipo de Llano…. por más que Madrid tenga un precioso monumento nada menos que al Ángel Caído, o sea el diablo. Pero la caza de fachas que iniciaron concejales de ayuntamientos que no distinguen al Cid Campeador de Conan el Bárbaro llevó nada menos que a proponer  retirar su placa a los franquistas Machado, Goya o Calderón. Mercedes Fórmica todavía está esperando la reposición de su busto en Cádiz. Hoy día, pues, es muy difícil dedicar una calle a un personaje histórico porque siempre tendrá unas aristas personales que ofenden a un bando. Y así, repasando el otro día la obra de la gran escultora ceutí Elena Laverón, pude ver que sus obras urbanas llevaban una inmaculada titulación que las ponía a salvo de inquisidores: “Monumento al Donante”, “plaza de la Solidaridad”,  “Monumento al Voluntariado”… Hace unos días, a instancias de un concejal de izquierdas, la plazuela malagueña  que en un momento de éxtasis local dedicaron al Jeque catarí propietario del Club de Fútbol, ahora, vistos los malos resultados del equipo,  se va a llamar “Glorieta de la Afición Malaguista”. La lápida podría rememorar la vibrante oda de Bernardo López García al Dos de Mayo: “Oigo, patria tu afición”, aunque para no resultar ofensivo, mejor será cambiar patria por grada.

Salvador Moreno Peralta

2 comentarios:

  1. Que grato es saber que otros ven y les preocupa que el mundo muere poco a poco ante la falta de conocimiento y el respeto por lo propio. Como ud pormenoriza...

    "lo que hay entre generaciones no es un solape sino un abismo. Del solape salían acuerdos; del abismo en el que se ha roto la continuidad histórica sólo está el vacío, a menos que construyamos unos puentes de los que nadie sabe dónde colocar sus estribos"

    No solo describe a la sociedad Española, sino a una generación mundial que duerme y no respeta y valora la historia construida. Espero que cada dia esto cambie y que mi generación de consideración a nuestro pasado que es la sabiduría y el éxito del futuro.

    Saludos de esta Chilena que ama leer blogs sobre historia e historias...Bendiciones.

    Atte
    Paulina Reyes.

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  2. Gracias, Paulina, por tus comentarios. Me temo que, efectivamente, estemos en una situación muy parecida en todo el mundo hasta el punto de que lo que está ocurriendo es sentido como una verdadera mutación. Y lo peor de no compartir ni un trocito de historia entre una generación y otra; lo peor de NO SABER nada sobre la historia es que te deja el terreno libre para que vengan otros y TE INVENTEN otra nueva. Puro maoísmo: reescribir la historia a conveniencia. Lo que no podía imaginar Orwell en su distopía 1984 es la seducción que iba a ejercer esta temible reinvención de la historia.
    Saludos cordiales, Paulina. En pocas semanas tendré ocasión de disfrutar de la gran ciudad de Santiago.

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